Mamihlapinatapai: Yagan, lengua indígena de Tierra del Fuego, Argentina. Es la mirada cargada de significado que comparten dos personas que desean iniciar algo, pero que son reacias a dar el primer paso para comenzar.
Cuántas veces lo había mirado así desde lejos, sin compartir espacios visuales coincidiendo en sonrisas que duren más de lo necesario.
Ahora respiraban el mismo aire, con miedo a pisar en falso si daban un paso más. Aterrados por la incertidumbre que se ceñía sobre ellos como una ola de frío proveniente de la nada.
Ambos abrieron la boca con claras intenciones de despedirse hasta la próxima, pero las palabras parecían no querer salir. Como si las mismas fueran conscientes de que la magia que se contruye en momentos así sólo puede ser entervenida por miradas cargadas de intención.
Kodaline sonaba en la radio del auto con frases que disminuían las ganas que la muchacha tenía de bajarse del vehículo. "¿Por qué me dejaste?" aumentaba la tensión del espacio y las almas de ambos gritaban plegarias para que ninguno de los dos se apartara.
El tiempo se detuvo, el motor del auto se silenció y muros invisibles ocultaron la magia de miradas indiscretas. Se sonrieron como siempre habían soñado en la soledad de sus cuartos. Se devoraban con una delicadeza digna de la mirada de un cirujano que está por realizar la operación más importante de toda su carrera.
El frío ya no tenía ni voz ni voto para sembrar la molesta incertidumbre. No cabía más que amor en la pequeña cabina del vehículo. Amor de ese que todo el mundo merece tener y que nos devuelve la esperanza de que querer a veces no es tan artificial como la realidad en la que vivimos nos quiere hacer creer.
Cada segundo que pasaba se hacía una eternidad. Una en la que ella quería quedarse a vivir y una de la que él había huído tanto ya no estaba seguro qué lo había motivado a hacerlo.
Ya no importaban las bromas ni la vergüenza. No quería volver a estar tan lejos de ella nunca más.
Y ella, que siempre buscaba detrás de que gesto ocultarse, no quería esconderse otra vez. Él la había encontrado.
Así entonces, con el locutor de la radio anunciando la llegada de la medianoche y el inicio de un nuevo día, ambos le pidieron a los primeros ceros del día un deseo slencioso.
Tres, dos, uno...
Los días son un enigma. Nunca logramos saber que nos depararán, y supongo que algunas cosas están destinadas a no ser de la manera en la que uno tanto anhela.
El tiempo, egoísta, siguió su curso.
Y ella abrió la puerta.
Y él le sonrió luego de besarla en la mejilla mientras esperaba a que entrara en su casa.
Alargando una distancia que ya no existía.
Y el tiempo, dándole la mano a la incertidumbre, intentó disipar la magia.
Magia que se había construido de a dos.
Y que sólo podía destruirse así.
De a dos.
Escrito el 18 de mayo del 2016
Comentarios
Publicar un comentario
you know what to do.