OPIA: es el nombre dado a la intensa sensación de una invasiva energía que sentimos cuando participamos de un mutuo contacto visual con alguien más. Y ella era la reina de quedarse mirando. Disfrutaba de recorrer con la vista a los demás sin malicia, con la curiosidad de un niño pequeño y la intensidad con la que alguien lo haría si estuviera a escondidas. Es que solía pasar desapercibida. Entonces, revolcándose en su propia invisibilidad, convertía a cualquier individuo digno de su atención en un festín para sus ojos. Repasaba varias veces cada gesto y postura; cada lunar y cada cabello. Tan experta se había vuelto en el campo que casi nunca cruzaba miradas con alguien por más de una milésima de segundo. Y, cuando lo hacía, optaba por mirar hacia otra parte solo con tal de no ser descubierta. Ella formaba parte de ese reducido grupo de seres en el mundo que miraba por el simple placer de hacerlo. No la movía ningún interés particular, no buscaba conseguir ningún tipo de atención...